Perfiles urbanos
“Optimista empedernido”

Un solidario, con constancia y perseverancia que lo impulsan y ayudan a seguir adelante

El arquitecto Carlos Alabe, para muchos conocido y para otros un bicho raro, ha logrado mucho encabezando la marea con la bandera de la solidaridad.

De descendencia árabe, con un corazón chaqueño y el pensamiento noble como sus ideas, ha logrado que su obra trascienda la realidad. Hablamos del arquitecto Carlos Alabe, que para muchos es conocido y para otros un bicho raro digno de ser mirado de costado. ¿Por qué? Porque con la bandera de la solidaridad, ha logrado mucho más que cualquier promesa de campaña que quedó atrás, mientras hay vecinos que disfrutan de logros enormes gracias a su perseverancia.

Hijo de un ferroviario, José Fuad Alabe, un hombre muy instruido que conducía la locomotora en el viejo ferrocarril cuando el tren, para muchos pueblos, era tan necesario como el agua para la vida. Por medio de él llegaba todo y llevaba a todos los que necesitaban trasladarse. Su padre era un hombre que siempre estaba donde alguien lo necesitaba. Ese espíritu solidario sigue vivo, está presente en la humanidad de Carlos, uno de sus hijos, un hombre con principios, que heredó de su progenitor aquello de no quedarse quieto, de no esperar que vengan a hacer por uno, lo que no está hecho; de no quejarse por lo que falta sino, aprovechar lo que nos sobra. Y a este chaqueño muy comprometido le sobra coraje y decisión, tal vez le falte tiempo, pero le roba tiempo al ocio y al descanso para servir al prójimo.

“Mi madre, Alicia Montoya, era salteña. Se conocieron con mi padre en un pueblito, del que nadie se acuerda porque lo tienen como perdido en el campo: Lapachito. Mi viejo a los 29 años quedó prendado de una moza de 19 y un día nació la historia de amor. Tierna, pero cargada de carencias, excepto de las afectivas, dentro de ese clima nos criaron y formaron para la vida. Nos dieron las herramientas y una mochila a la que llenaron de valores. A casa entraba el sueldo de papá y mi madre hizo maravillas para que no faltara nada, tuvimos buena alimentación, escolaridad y los juegos que nos permitió una infancia digna y saludable, algo que se extendió a la juventud y a los pasos siguientes. Gracias a ellos soy arquitecto, aunque yo le haya puesto todo para serlo, porque estando en la Universidad estudiaba y trabajaba. Nos criamos dentro de esa filosofía mundana cuyo principio es el respeto, la solidaridad y aquellos preceptos inscriptos en una ley no homologada pero sí impuesta como necesaria para la vida: por favor, perdón y muchas gracias”.

“Estudié la primaria en una escuela pública, la secundaria en una Escuela Técnica, soy Maestro mayor de obras, me recibí a los 17 años y a esa edad, comencé a proyectar viviendas. A partir de ese momento no paré más, he trabajado siempre, hasta recibirme de arquitecto y continué mi destino. Nunca trabajé para el Estado, me desenvolví en el ámbito privado y así es hasta la actualidad, tanto en mis proyectos personales como en los sociales”.

“Nuestra primera obra, no solamente social sino también edilicia, fue la Casa Garrahan en Resistencia, dedicada a brindar alojamiento, asesoramiento y contención, principalmente afectiva. Luego de mucho andar y ver que mi lugar se mantenía en una especie de letanía, donde muchos se quejan y pocos hacen, decidí que debíamos entrar en acción. Así nace Ciudad Limpia, una formación sin fines de lucro y con la sola finalidad de mejorar la imagen de nuestra ciudad. Una de las premisas fue crear conciencia, tener los espacios limpios y ordenados iba a mejorar nuestra calidad de vida. Pero al final terminamos sorprendidos nosotros”.

Al trabajo inicial se fueron acoplando ideas y propuestas, ya no alcanzaba con la limpieza y el orden, las necesidades de la población eran muchas. El impulso mayor fueron los niños en dificultades y pusieron manos a la obra. La primera obra, no solamente social sino también edilicia, fue la Casa Garrahan en Resistencia, dedicada a brindar alojamiento, asesoramiento y contención principalmente afectiva.

El Instituto Provincial de Desarrollo Urbano y Vivienda (IPDUV) donó un terreno y el grupo de voluntarios hizo lo demás. Colaboraciones por doquier de la ciudadanía, propios y extraños, posibilitaron que se realice el primer sueño, pero para ello se tuvieron que constituir en Fundación, conservando el nombre inicial: Ciudad Limpia”.

Así se levantó el primer Centro de Atención de enfermedades raras o poco frecuentes. Es el primero en Argentina y en muchos países sudamericanos. Para tomar referencias el más cercano se encuentra en Burgos, España. La razón principal por la que no existen lugares de alta complejidad como este, es que no es negocio para los médicos, menos para los laboratorios y no se invierte nada en investigación.

“Actualmente estamos abocados a hacer funcionar los tres proyectos fundamentales, a través nuestra Fundación: la Casa Garrahan, en Resistencia, el Centro de enfermedades poco frecuentes y la Casa del Chaqueño en Buenos Aires, todos dedicados a brindar asistencia y contención al que la necesite. También hemos colaborado, tiempo atrás, en el arreglo y reparación de varios hospitales y escuelas.

“Para alcanzar los objetivos y darle vida a lo que anhelamos y proyectamos le impusimos a nuestra tarea dos acciones que se convierten en valores fundamentales: constancia y perseverancia. Ambas son los motores que nos impulsan y nos ayudan a seguir adelante. Comenzamos trabajando y dedicándole tiempo, los sábados por la mañana, recorriendo la ciudad para verla mejor. Pero luego la realidad nos fue superando y, al faltarnos tiempo para tanto trabajo por realizar, debimos utilizar los domingos, feriados y todo el tiempo libre que teníamos”.

“Nuestro trabajo creció de tal manera, que traspasamos los límites de las obras y nos constituimos en una especie de policía social. Al observar la cantidad de jóvenes y adolescentes que fallecía cada fin de semana, por manejar ebrios o regresaban a sus casas en estado muy complicado. Metimos nuestras narices allí, y logramos que las muertes por accidentes de tránsito, impulsados por la ebriedad disminuyera considerablemente, hasta la actualidad, donde ya es casi nulo el número en las estadísticas.

Hasta terminamos con las coimas, un flagelo social que constituía una calamidad y sostenía ese lema social nefasto como pensar que no pasa nada. Ese tipo de acciones nos dio mucha satisfacción, sobre todo, al ver el apoyo y agradecimiento de muchos padres”.

Carlos Alabe es el mentor del lema convertido en fundación solidaria y sin fines de lucro: Ciudad Limpia. El inicio fue en relación a lo visual, en el embellecimiento de edificios, calles, veredas y espacios limpios, pero luego la vertiginosidad que le imprimieron a la tarea hizo que la limpieza se extendiera a otros ámbitos que la ciudad y la provincia, y lograron que se halle libre de contaminaciones varias, para que todo chaqueño tenga calidad de vida. Pero en lo personal, un bicho raro por lo solidario y porque en la era de la tecnología, se desenvuelve en lo cotidiano sin redes sociales y sin whatsapp.

Por la cabeza de Carlos, cada vez que emprende un proyecto, pasan aquellos fotogramas de la vida que tuvo junto a sus padres y hermanos donde todo era muy sano y emotivo. Todo comenzó con una historia de amor en la que Alicia y José decidieron emprender un camino juntos, el resultado está a la vista, no se puede dar la vida por los demás, servir al prójimo y ni trabajar por la calidad de vida de una sociedad, si alguna vez no se ha sentido en carne propia el valor que tiene el amor en la vida de un ser humano. Este arquitecto social es el reflejo de ese pensamiento universal que dice que la felicidad no es completa si no se ha dado el corazón porque solo el corazón, se da por nada.

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