Opinión
La lucha con la pandemia

Tomamos la posta del final de año

Germán Oestmann analizó el presente de Chaco con la pandemia.

Por Germán Oestmann

Transitando por las rutas de la de Chaco, más precisamente la Ruta Nacional 16, camino a la localidad de Taco Pozo, ciudad frontera con dos provincias del país, observé en la lona de un camión las palabras, que unidas, dan sentido a una frase del recordado artista literario. “Ya habrá tiempo para estar tristes. Años para estar tristes. Y toda la muerte, que es tan larga. Ahora no. No tenemos derecho”. Eduardo Galeano.

Aquel 18 de marzo donde iniciamos el duro camino de batalla constante, diario contra la pandemia, y que de alguna manera, paralizó nuestras vidas, pero también, las formas de la concepción del ser humano en todo el planeta, introduciéndonos en una vorágine distinta a la conocida, y que continúa aventajando por poca diferencia a los esfuerzos que estamos haciendo para erradicarla.

Actualmente, después de largos meses, arduos y duros en cuanto al trabajo y las pérdidas que tuvimos, y que aún tenemos, estamos lentamente recuperando la visión de una normalidad distinta y que viene para instalarse durante muchos años. Nadie, estimo, será igual, y nunca podremos recuperar la normalidad de la que estábamos acostumbrados.

Las fronteras de la realidad y la cotidianeidad nos atrajo a una nueva concepción de vínculos y viabilidad laboral, estudiantil, sanitaria y de toda otra índole.

Al leer las sentidas palabras del literario, me exhortaron a escribir estas líneas de pensamiento y poder compartirlo con todas y todos, si de alguna manera, me lo permiten. La tristeza invadió, y capaz aún, invade nuestros días y corazones, pero no pudo y no podrá con lo que estamos logrando convertir de cada momento o frustración. Sabíamos desde un principio que no sería nada fácil salir de esto, todos y todas lo repetimos, lo asimilamos y tratábamos de adquirir esperanzas y fuerzas desde cualquier lugar.

Cerca del ocaso del año, y con todos los principios sentimentales que florecen en todos los finales, uno de ellos no podremos darnos el lujo de tenerlo, y es el de la tristeza. Estamos sentidos por un año, nada fácil, con vicisitudes jamás pensadas en la historia universal, pero tenemos el derecho, y también, aunque suene dicotómico, la obligación de salir de la tristeza y celebrar por la vida.

La batalla contra el Covid-19 está ganada, lo sabemos, pero tenemos que continuar trabajando con todas nuestras fuerzas, para que esa victoria se lleve la menor cantidad posible de compatriotas. Por todos y todas las que ofrecieron tiempo de sus días para la red de voluntariado contra el Covid-19, por los y las profesionales de la salud, por los y las integrantes del personal que conforman el sistema sanitario por ponerse en la primera línea de la trinchera frente al covid, tenemos la obligación y el derecho de mantenernos firmes y permeables a la celebración, cuidando siempre a los demás, empezando por uno y una, aceptando los protocolos y comprometiéndonos en la identidad.

Estamos concentrados para terminar de la mejor manera, pero también, más seguros para identificar las esperanzas que pueden convertirse en realidad en este final.

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