Las palabras de Larroque significaron una caída de las pocas máscaras que quedaban en pie en el Frente de Todos. Esta vez no sólo exigió las renuncias de Martín Guzmán, Matías Kulfas y Claudio Moroni.

También acusó de traición a Alberto Fernández, a quien el cristinismo no considera como titular del poder y si, en cambio, como un traidor al contrato electoral que el pueblo votó en 2019.

“Si el Gobierno es nuestro... Nosotros constituimos esta fuerza política, convocamos a Alberto y ganamos las elecciones. La intención de voto mayoritaria es para Cristina. Nosotros respetamos, pero Alberto no se va a llevar el Gobierno a la mesita de luz. Acá hay un frente”, declaró sin tapujos Larroque.

Ni lento ni perezoso el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, quien respondió que “los ataques son a Alberto, no al ministro de Economía". "Buscan voltear un muñeco para hacerle daño a Alberto”-enfatizó-. Esto es particularmente grave ya que "el ministro de Economía lleva a la práctica políticas económicas" mientras que "el poder político (del ministro de Economía) es el Presidente de la Nación”.

Más tarde Axel desplegó un nuevo gesto de discordia al presentarse en Zárate con el Subsecretario de Energía Federico Basualdo, enfrentado desde hace tiempo con Martín Guzmán.

En ese contexto crítico, la ansiedad por las palabras de Cristina en el Chaco provocan insomnio dentro del Gobierno. ¿Será ahora la propia vicepresidenta la que saldrá a criticar y pedir la cabeza de Alberto Fernández? ¿Se romperá definitivamente el Frente de Todos? ¿Qué pasará con la actual gestión nacional?

En el cristinismo la expectativa es similar, pero por el motivo inverso. Todos esperan que “Madame Guillotine” reaparezca en escena.

Ante los ataques, Alberto Fernández ordenó a sus leales guardar silencio y responder con gestión. Sin embargo, su propia lengua nunca puede contenerse, por lo que lanzó un provocativo mensaje al cristinismo en un acto público en La Pampa.

"Si se quieren quejar de mi peronismo, quéjense, pero estoy orgulloso de ser peronista. Donde hay una necesidad hay un derecho, eso me lo enseñó Evita y estoy convencido de que es así", sentenció.

El admirador de Raúl Alfonsìn y de Bob Dylan fue esta vez demasiado lejos. Compararse con Evita muestra a las claras la magnitud de su desquicio. Y, lo que es peor, como responsable de una gestión que se esmeró en promover la concentración de la riqueza, el vaciamiento de la capacidad de compra de los salarios, el incremento de la pobreza y de la indigencia, y el aliento a una inflación desbocada, antes de entregarnos en manos del FMI.

¿Qué dirá Cristina el viernes? ¿Habrá gobierno después de eso? ¡A preparar los pochoclos!