Opinión
Germán Oestmann

En Argentina debemos alentar al encuentro que promueva la producción de alimentos y la generación de energías

Argentina tiene potencial, estamos en el puesto 46 de un listado de 182 países, en la observación del stock de rentas por habitante en relación a los recursos naturales, dice el rector y pide normativas modernas.

Argentina es un país con 2.78 millones km², distribuidos en 24 jurisdicciones con la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, y los 1298 municipios existentes.

Sin embargo, la matriz de concepción se encuentra morigerada por estructuras que no encuentran sustento en normativas que acompañen la evolución y el proceso productivo necesario.

Sólo 186 municipios ostentan cartas orgánicas, que permite una introducción real al desarrollo regional y a la expansión de las funciones sociales, productivas e industriales.

Los demás se sustentan y rigen, actualmente, por las constituciones provinciales con marcadas y sesgadas estructuras normativas que no permiten evolución contemporánea en la matriz productiva e industrial conformada.

La pandemia de Covid 19, que nos ha dejado el aprendizaje extraordinario de vilipendiar los dogmas y falsos dilemas de privilegiar la salud sobre las demás índoles necesarias para la vida humana, conjuntamente a la cruel guerra que se lleva adelante entre los protagonistas Rusia y Ucrania, despertaron necesidades intransigentes como la extensión de las fronteras de la producción mundial, la eficiencia en la industrialización, la efectiva utilización de las energías y la pragmática confirmación de la monopolización de recursos necesarios para los seres vivos.

Esta consolidación de los que creíamos extinto y la radicalización de estas necesidades, pudieron incentivar a una gran parte de la comunidad del mundo en observar criterios industriales que permitan la eficiencia de los recursos, nuevas mecanizaciones para lograr mayores stocks con una mirada amplia y oportuna sobre la salud del medio ambiente.

Alimentos y energías, pareciera ser el nuevo dilema mundial, comer alimentos saludables, en las cantidades necesarias para satisfacer a todos y todas; y contar con las energías y recursos energéticos suficientes para llevarlo adelante, comienzan a ser parte central del pensamiento global y la divulgación de la ciencia, al efecto.

Las Universidades Argentinas, como una de las únicas políticas de Estado que se mantienen y eternizan en el tiempo, su gratuidad, universalización y permanente protagonismo de la evolución industrial de la matriz productiva, resultan fundamentales en la creación de nuevas modalidades de producción de alimentos y la generación de energías modernas que tengan en cuenta la prioridad de la salud del planeta y de los habitantes.

No debemos caer en dilemas falsos, no es ni la prioridad en economía frente a la salud (antiguo dilema), ni caer en la cuenta del moderno, energías o alimentos. La inclusión debe ser el punto de partida de la matriz de producción para que ningún ciudadano tenga las necesidades básicas insatisfechas.

Asimismo, la integridad del sistema productivo debe estar sustentado con una fuerte demanda a los diversos funcionarios y las diversas funcionarias que logren legislar normativas perdurables en el tiempo con la exigencia en inclusión, sustentabilidad ambiental, promoción de la salud, garantía de derechos y la escalada de una formación desde los años iniciales de la vida humana con miras al desarrollo.

Argentina tiene potencial, estamos en el puesto 46 de un listado de 182 países, en la observación del stock de rentas por habitante en relación a los recursos naturales (el flujo anual de dólares generado por los mismos). Si acompañamos con una matriz normativa moderna, contemporánea, y a su vez, con la dinámica formativa que nos enorgullece podremos acceder a una inclusión de integración para todos y todas.

Por Germán Oestmann - Rector UNCAUS

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