De la primera lectura, del libro de Jeremías, cobró trascendencia la expresión sobre la suerte de las tiendas de Jacob: “Me compadeceré de sus moradas; sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad, su palacio se asentará en su puesto. De ella saldrán alabanzas y gritos de alegría. Los multiplicaré, y no disminuirán; los honraré, y no serán despreciados. Serán sus hijos como en otro tiempo, la asamblea será estable en mi presencia.”.

El sacerdote comparó la situación descripta con las necesidades que gran parte de la sociedad padece actualmente con consecuencia del egoísmo del propio hombre, que en lugar de buscar el bien común y repartir los beneficios de la creación solo quiere apropiarse de ellos para el mismo.

San Cayetano era noble, pero se apartó de la vida cortesana para promover una Iglesia que se volcara al apostolado y paliar las necesidades de los más pobres. Este ejemplo de vida mantiene su vigencia, ya que el sacerdote señaló a la lucha por la inclusión como una responsabilidad de todos, y especialmente de los políticos.

Con la lectura del Evangelio según San Mateo, que testimonia cómo Jesús caminó sobre el agua y viendo que Pedro se hundía le reprochó su poca fe, el padre Del Blanco hizo un llamado a la reflexión sobre “las veces que aún viendo a Jesús cotidianamente lo desconocemos”, y “el alejamiento que hace que no lo reconozcamos en el hermano”, pidiendo la intercesión de San Cayetano por los gobernantes y el cumplimiento fiel de su misión de contribuir a la dignificación de todos los ciudadanos.