Opinión
¿Reacción tardía de la intendente Azula?

Barranqueras es el reservorio de Resistencia

Prolongada en el tiempo, la tragedia del agua en el área metropolitana de Resistencia, no tiene síntomas ni obras que anuncien ni su fin ni una notable mejora.

*Por Centro de Estudios Mandela

El área metropolitana fue abatida por un temporal de lluvia y de descargas eléctricas como no se había visto desde 1994. El dato lo aportó el Servicio Meteorológico Nacional, que informó que en pocas horas llovió 224 milímetros, y tras él se montaron todos los gobernantes con responsabilidades en el tema. Les vino como guante a medida y como excusa para esconder sus propios errores y desidias ante los miles de damnificados que hicieron tronar su bronca, no sólo porque vieron anegadas sus viviendas en las horas que duró el temporal que comenzó a las 19 del pasado 8 de enero, sino también porque 48 horas después no habían recibido prácticamente ninguna clase de asistencia y seguían con agua dentro de sus casas.

Barranqueras sufrió los efectos extraordinarios de la situación de colapso que generó la copiosa lluvia, además de algunos barrios periféricos de la ciudad de Resistencia y la ciudad de Puerto Vilelas. Singularmente, el ejido de Barranqueras fue el reservorio donde se almacenó gran parte de las aguas caídas en Resistencia. Fue el patio trasero muy bajo donde los resistencianos derivamos las aguas de lluvia que todos los intendentes de Resistencia saben y que nunca intentaron resolver con obras estructurales, casi siempre seguido de los silencios de los intendentes de Barranqueras, aunque ahora Alicia Azula dijo un poco más que sus anteriores colegas.

El sistema de defensas del área metropolitana contra inundaciones por la crecida del Paraná se transformó en una trampa para Barranqueras, agravado por el fuerte crecimiento poblacional de ese municipio y de la ciudad de Resistencia. Al ser más grande Resistencia, incrementa su desagüe luego de recibir importantes lluvias. Al ser más grande Barranqueras, más viviendas y más personas se vieron afectadas por un fenómeno que, por previsible, hace aún más responsable a las autoridades provinciales y de los municipios del Gran Resistencia.

El intendente Jorge Capitanich fue clarito. Dijo “estamos ante una situación de catástrofe”. Ante esa circunstancia la acción y el plan para afrontar la catástrofe debió ser proporcional al fenómeno y no simplemente convencional y declamativo, con muchas fotos tomadas al día siguiente del extraordinario fenómeno meteorológico. Durante la noche del martes negro la población del área metropolitana funcionó como si no existiera gobierno puesto que ningún funcionario respondía, ni aparecía.

La comunidad reclamaba por todos lados, de manera anárquica, especialmente a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Oficialmente no aparecían las respuestas, ni las orientaciones. Se produjo un apagón comunicacional del gobierno, que no supo aprovechar los medios ni las redes para orientar el reclamo de la comunidad. Dieron la sensación de que estaban de vacaciones porque el fenómeno comenzó a las 19 horas, o sea que no estaban dormidos.

Casi 24 horas después de iniciarse las fuertes lluvias el vicegobernador a cargo, Daniel Capitanich, declaró la “emergencia hídrica”. Recién después decidieron albergar a los evacuados en establecimientos educativos.

Para esas horas, incontables piquetes bloqueaban diferentes calles y avenidas. Hacían notar que no había asistencia del Gobierno y que la reacción oficial había sido tardía e insuficiente. Recién 48 horas después se anunció la instalación de puestos sanitarios móviles para atender la demanda de cientos de personas que decidieron no abandonar sus casas por temor a saqueos y robos. Pasaron dos días para empezar a paliar los efectos de una catástrofe, lo que puso en evidencia tanto al gobierno provincial como a los municipios involucrados. Una demostración más de que no existen planificaciones previas para administrar eventos de esta naturaleza. A tal punto esto fue así, que hasta el cierre de este documento algunos funcionarios repetían que estaban aplicando el protocolo de manejo de riesgos, cuando los daños ya se habían producido.

Azula se puso el lazo

La intendente Alicia Azula, apurada por los reclamos de la comunidad, sus propias circunstancias y ambiciones políticas, no dudó en denunciar al gobierno provincial. “Nunca quise analizar la situación de Barranqueras desde el fantasma político, pero la verdad es que los gobernadores peronistas nunca me dieron respuesta”, dijo la intendente radical que reconoció no haber denunciado nunca las falencias que provocaron daños sociales, sanitarios y ambientales extraordinarios en la Ciudad Portuaria, en donde se preguntan si debió pasar doce años para que ahora la intendenta reclame en el tono que debió hacerlo hace mucho, aun sabiendo que la compra de dos bombas no resuelven el problema estructural que hizo que Barranqueras fuera una ciudad inundada.

Las falencias que pusieron en el pico de la crisis a la ciudad de Barranqueras fueron la falta de funcionamiento de las bombas instaladas en Avenida Gaboto y calle Asunción, y en el barrio María Cristina. El reclamo de la comunidad portuaria obligó a la intendente Azula a amenazar con abrir una brecha en las defensas troncales para posibilitar que el agua escurra por pendiente. Cada cual se ponía la soga al cuello según le convenía o se encontraban en aprietos.

La amenaza blanqueó el hecho de que dos de las principales estaciones de bombeo de la ciudad de Barranqueras, operadas por la fatídica Administración Provincial de Agua (APA), estaban fuera de servicio.

El municipio colaboró con sus propias torpezas e inacciones. Los rellenos de la laguna Rossi-Fassio que colinda con la Plaza Sarmiento, central de Barranqueras y la Laguna Concepción, aumentaron el déficit de reservorios para el almacenamiento de aguas de lluvia. Todas las áreas extendidas a estos dos espejos de agua quedaron inundadas.

Barranqueras fuera del sistema

También 48 horas después del temporal, el gobernador Domingo Peppo, que estaba de vacaciones volvió al Chaco. Confirmó el dato que disparó Alicia Azula. Flanqueado por el presidente del APA, Francisco “Paco” Sizuela, prometió comprar las bombas para evitar inundaciones en Barranqueras. Todos sabían que las bombas no funcionaban. Nadie se preparó para afrontar la catástrofe pronosticada con muchos días de anticipación, presentada por el Gobierno como la “tormenta perfecta”, cuando en realidad fue perfecta las improvisaciones, negligencias y las vacaciones de los principales funcionarios, aunque algunos explicaron que no existieron ideas apropiadas para afrontar el fenómeno.

Barranqueras acumula gran parte de las aguas de lluvia de Resistencia. El agua que escurre de la capital chaqueña hacia el “Canal Soberanía” y desde allí enfila hacia dos reservorios que no colapsaron, por lo que a pesar de la catástrofe no se puso en marcha la nueva estación de bombeo hacia la parte externa del reservorio para su escurrimiento hacia el río Paraná.

El primero de los reservorios está en situación de abandono. Allí funcionaba la vieja estación de bombeo. Vieja, sólo por darle una ubicación en el tiempo. Su antigüedad no explica por qué fue dejada de lado para emplazar otra en cercanías a la localidad de Puerto Vilelas. Todo apunta a que fue una obra innecesaria y que era suficiente con mantener limpio el reservorio ubicado al final del tobogán del canal de Soberanía Nacional, especialmente el “chupadero del área de bombas”. El abandono de esa obra dificulta la acumulación de aguas en el nuevo reservorio porque actúa como un talud que impide el escurrimiento.

El Canal y los reservorios (viejo y nuevo) acompañan el trazado de la avenida Soberanía Nacional hasta su acceso a Vilelas. El desnivel de esta avenida, que debiera respetar la cota de la estación de bombeo en toda su extensión para impedir el trasvasamiento de las aguas desde el Canal hacia el estero seccionado por un camino vecinal une la avenida con la ciudad de Barranqueras, entre la zona de la intersección de Soberanía y Mosconi y Soberanía y Estación de Bombeo del Riacho Arazá.

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