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La Bienal chaqueña, la gallina de los huevos de oro

El sueño de Fabriciano Gómez se encuentra en una gran encrucijada entre el dinero y la esencia de la cultura. (Dibujo: NOVA)

Como viene sucediendo en los últimos años pares, nuevamente la Resistencia brilló a nivel nacional e internacional en una nueva edición de la Bienal de las Esculturas, un acontecimiento intercultural que además de ser pionero y ejemplar, se constituye en una mina de oro para cierto sector de la sociedad chaqueña que aprovecha para levantar con pala los billetes que se producen en el nombre de la identidad chaqueña.

Todo comenzó hace 30 años con un grupo de pioneros escultores que se reunieron en una plaza a tallar troncos de Urunday para exponerlos ante un centenar de vecinos resistencianos que apreciaban el arte. De manera acelerada y a lo largo de los años, este sueño de Fabriciano Gómez se convirtió en un acontecimiento sociocultural multitudinario que se ha convertido en una vidriera extraordinaria para el Chaco. Sin importar el gobernador o el color político, al apoyo gubernamental y la confianza del sector privado derivaron en un aparato de tracción comercial que al día de hoy cuenta con una mega feria con más de 300 stands y millones de pesos en venta de espacios y publicidad.

El selecto grupo que integra la Fundación Urunday, además de trabajar supuestamente en pos de la cultura chaqueña, aprovecha la ocasión para recaudar millones de pesos de distintos sectores de los cuáles no muchas personas conocen su destino. Para esta edición, que cuenta con más de 300 stands, se vendieron espacios de entre 5 y 200 mil pesos, según el tamaño, ubicación y complejidad de la estructura. Ni hablar de los espacios que ocupan un centenar de organismos oficiales provinciales y oficiales que invirtieron amplias sumas de dinero para instalar monstruosos locales con la última tecnología y propuestas culturales de todo tipo. Ahora bien, nada de esto parecería fuera de lo normal o de los límites de la legalidad, ya que con las ventas de espacios y publicidades se podrían costear los gastos de cualquier evento de esta magnitud.

Los cuestionamientos surgen del constante acompañamiento tanto del Gobierno provincia, como de la Municipalidad de Resistencia, que durante todas las ediciones de la Bienal en la última década vienen llevando adelante incesantes obras de infraestructura en el predio del Domo del Centenario que facilitan la labor y organización de la Fundación Urunday. Para este año, Jorge Capitanich sorprendió con la remodelación integral del Parque 2 de Febrero que permitió la expansión de la mega feria hacia el Centro de Educación Física. Por su parte el Gobierno provincial, a cargo de Domingo Peppo, gastó millones en una nueva estación transformadora para que este monstruo pueda tener energía suficiente; y hasta se pavimentó toda la zona y se instaló iluminación LED para facilitar el acceso a la misma de miles de personas.

¿Entonces a dónde van a parar los millones de pesos que cada dos años recauda este monstruo cultural? ¿Cuántas nuevas esculturas se emplazan en Resistencia por año con estos fondos? ¿Cuánto cuesta el mantenimiento de las existentes por parte de la organización liderada por el mítico Fabriciano? La realidad es que ni siquiera se puede justificar con la creación de fuentes de trabajo, ya que el plantel de la Fundación no supera las 100 personas y cada dos años los pequeños comerciantes que asisten a la feria tienen que luchar para poder solventar los altos costos que pagan por el espacio lo que no permite ganancias exponenciales.

Mucha razón tienen gobernantes, funcionarios y figuras provinciales que dicen que la bienal chaqueña no tiene techo, más si se tiene en cuenta que ahora la Fundación Urunday presiona y busca tracción para que Resistencia sea declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la Unesco. Ahí sí que la gallina de los huevos de oro pasará a otra dimensión, una en la que los billetes no solo seguirán llegando cada dos años en el Domo del Centenario sino todos los días a costas de la identidad de un pueblo que sin querer, aportó su granito de arena para que un sector de la alta alcurnia agarre más plata.

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