Trabajar por el bienestar del otro, ayudar a los más vulnerables garantizando una verdadera inclusión y justicia social son los mandatos que Evita nos enseñó. Somos herederos de estas doctrinas y desde ese lugar es que en cada acto, en cada idea y en cada iniciativa debe primar el objetivo de lograr una real igualdad de oportunidades para todos los habitantes de este suelo; oportunidades que se vivan y se multipliquen.

Su labor social fue el motor de toda su vida, y es lo que nos tiene que inspirar como pueblo para continuar reivindicando la lucha por los más humildes. La mirada orientada a la justicia social y a la igualdad de género son ejes que no debemos perder de vista en el diseño de las políticas públicas y en todo acto que encaremos en nuestro día a día.

A 64 años de su fallecimiento, esta herencia ideológica sigue intacta en cada uno de nosotros, transcendiendo las barreras de los partidos políticos, las religiones y las fronteras espaciales. Evita ya no es solo patrimonio del Justicialismo: pertenece a la humanidad, porque su impronta y su incansable lucha contra la injusticia ha servido y sirve de ejemplo e inspiración a muchos más de lo que quizás ella hubiera imaginado.

Sigamos bregando por la defensa de los derechos de los que menos tienen, imitando sus valores y su lucha; y desde el lugar en que cada uno está construyamos con esfuerzo y sacrificio una provincia y un país que nos incluya y ampare a todos.

Hoy, en tiempos difíciles para los sectores más vulnerables, tenemos que tener un recuerdo especial por Evita, evocar los valores por los que ella luchó, y retomar su legado, para que la justicia social pueda ser una realidad para todos los argentinos.