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"Traicionar a una madre"

El cartero de NOVA.

Por Juan Carlos Tuyaré

Un par de semanas atrás se cumplieron 16 años del día en que Miguel Conde Olgado fuera despedido de Secheep, la empresa del Estado que suministra energía al Chaco. Desde aquel momento hasta hoy, múltiples fueron las gestiones realizadas para revertir esa situación; pero los reclamos no fueron escuchados y las promesas de reincorporación fueron quedando en el camino sin que se cumplan.

¿Qué pasó?

Podríamos preguntarnos qué es lo que realmente pasó y por qué no apareció la solución para este conflicto. Como siempre suele ocurrir, propio del mundo al revés donde vivimos, lo primero que se hace es investigar a la víctima. En ese marco muchos pensarán que, tal vez, Conde Olgado haya sido culpable de alguna irregularidad y por ese motivo lo despidieron y se negaron a reincorporarlo durante 16 años.

Sin embargo, distintas instituciones de nivel local, nacional e incluso internacional, se han expedido a favor de su urgente reincorporación por considerar su despido fuera de toda justicia. A lo que hay que sumarle todo tipo de adhesiones, en la medida que el tiempo pasa sin que el Estado repare aquel daño.

Lo extraño del caso es que ya pasaron las gestiones de tres gobernadores, incluido el actual, y las evidencias públicas muestran que ninguno de ellos tuvo la voluntad política de solucionar el problema; caso contrario ya se lo habría reincorporado. Ignoramos los motivos por los cuales ninguno de los tres, de diferentes signos políticos partidarios, haya tomado tal iniciativa.

Pero de acuerdo con fuentes confiables, pudimos averiguar que existe una fuerte sospecha acerca de que un poder superior al de los gobernadores es el que impide que se haga justicia. Ese poder no sería político sino más bien económico y estaría ligado al sector energético nacional. De ser así, todo explicaría el porqué de la resistencia a la restitución del puesto de trabajo.

Los costos

Permanentes denuncias de Conde Olgado acerca de supuestos actos de corrupción que habrían realizado funcionarios provinciales contra Secheep, ahora prácticamente reconocidos por la realidad del actual estado de la empresa energética, nunca cayeron bien en el seno de la conducción de la empresa estatal, ahora intervenida por el gobierno provincial.

Sabido es que la actitud de cualquiera que denuncie corrupción en la gestión de un gobierno trae aparejadas consecuencias de distinto tenor sobre su vida. Hemos visto lo ocurrido en el caso Alberto Nisman, solo por tomar un ejemplo entre tantos.

Denunciar es un acto de valentía que puede terminar mal. Es un riesgo que asume quien lo hace. Ya en Israel, el hijo del Rey David, Salomón, escribió al respecto en sus proverbios: “El que intenta corregir al que hace lo malo, se acarrea afrenta; y el que reprende al falto de piedad se atrae mancha para sí mismo; porque las aguas hurtadas son dulces y el pan ajeno comido en oculto es sabroso, pero quienes lo hacen no saben que su camino es camino de muerte”. Los corruptos creen que nunca rendirán cuenta ante nadie. Se equivocan.

Solía decir un filósofo criollo que nunca había visto un camión de mudanzas que transporte los bienes del muerto al cementerio, queriendo demostrar que todos aquellos que se enriquecen ilícitamente no lo podrán disfrutar en la tierra ni en el más allá.

Según Conde Olgado, en el Chaco existen funcionarios que se enriquecen a costa del erario público. Y según su propio testimonio, por denunciar esto lo despidieron. Los que vemos desde afuera no tenemos pruebas que demuestren el operar delictivo de los funcionarios públicos; y por lo tanto no podemos saber si son culpables, pero actúan como si lo fuesen. Aun así, siempre existen funcionarios honestos, pero no nos referimos a ellos.

Traicionar a una madre

Según comentarios de quienes frecuentan la carpa de Secheep, el actual gobernador de la provincia habría prometido en el año 2007 que, si llegaba a ser elegido gobernador, su primer acto de gobierno sería reincorporar a Conde Olgado. Lo que parecía imposible se cumplió: llegó a ser gobernador. Lo que no se cumplió fue su promesa, si es que la hubo.

Lo triste del caso es que Jacinta Fernández, la madre de Conde Olgado, se aferró a esa supuesta promesa y creyó que para la Navidad del año 2013, seis años después de la promesa, le devolverían el puesto de trabajo a su hijo. No fue así. Ella partió a la eternidad sin ver la reincorporación de su hijo. Quienes estuvieron cerca de ella aseguran que la situación de su hijo precipitó su muerte. De ser cierta aquella promesa del gobernador, estaríamos frente a alguien que por carácter transitivo traicionó a una madre.

Seguramente que no debe existir algo peor que traicionar a una madre. Es lo último que cualquier ser humano en sus cabales haría. Se necesita una cuota especial de perversidad para hacerlo.

De cualquier modo, ya no falta mucho para la próxima Navidad; y si por cualquier otro motivo que no sea perversidad, la promesa de reincorporación no se pudo cumplir; y si todavía queda una cuota de humanidad en quien la habría formulado, tiene el tiempo suficiente para rectificarse; y aun que más no sea post mortem, antes de la próxima Navidad, cumpla con esa madre que se fue sin ver a su hijo en su puesto de trabajo.

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