Política
Panorama político nacional

Pegarle al chancho para que aparezca el dueño (del gabinete)

Kicillof. Del marxismo neokeynesiano al stalinismo de paladar negro. (Dibujo: NOVA)

Fue hace casi un año. Recuperada de su hematoma de cráneo, Cristina regresó al Gobierno y cambió su gabinete de un plumazo. Se fueron el olvidado Lorenzino, Marcó del Pont y un agrietado Abal Medina y llegaron Kicillof, Capitanich y Fábrega. Dos de esos cambios fueron saludados incluso por la oposición, que reconoció los méritos técnicos y el perfil dialoguista de los funcionarios designados. Hoy Fábrega se fue y Capitanich deshoja la margarita con la mirada puesta en Chaco. El que se quedó es quien ganó la puja.

De perfil bajo, poco adepto a cuestiones de imagen y a las declaraciones periodísticas, Kicillof personifica el ascenso y predicamento de La Cámpora en el núcleo más íntimo del poder cristinista. Fábrega representaba la moderación, sin perder identidad kirchnerista; Capitanich, las buenas formas del PJ. Ambos fueron absorbidos. La situación del banquero se hizo insostenible; el chaqueño fue confinado a una suerte de limbo, del que saldrá sólo por bendición presidencial.

¿Qué pasó en el medio? Los modos de la vanguardia juvenil, que recuerdan la irrupción de La Coordinadora en el corazón alfonsinista, impidieron que la línea pragmática del peronismo condujera el último tramo del gobierno de Cristina. La renovación del gabinete de noviembre pasado fue la puesta en escena de esa batalla: la Presidenta arrojó a los jugadores como al laberinto de Maze Runner y dejó que se eliminaran entre ellos. A menos de un año, obtuvo un vencedor.

Así quedó allanado el camino rumbo al misterioso 2015. Con la caída en desgracia de Fábrega, Kicillof terminó de tomar el control de los hilos del poder. Su afiebrada gestión ya no encontrará resistencias en el Banco Central. Algunos observadores ironizaron que pasó del “marxismo neokeynesiano” (ese sayo que le puso La Nación) al stalinismo de paladar negro. Demasiadas categorías para un ministro.

Desde el Banco Central hasta el Consejo de la Magistratura, pasando por Fútbol para Todos, el AFSCA y Aerolíneas Argentinas, el camporismo y sus satélites -agrupados en el conglomerado Unidos y Organizados- coparon los resortes del Gobierno, en medio de su ensoñación por ser el último dique de contención de Cristina, como les gusta decir a Máximo y el "Cuervo" Larroque. Quedan pocos -y preciados- casilleros por ocupar. Desarrollo Social y la Jefatura de Gabinete son dos de ellos.

Revisionismo

La de Capitanich será contada en el futuro como una historia desgraciada. Llegó con ínfulas renovadoras y hasta rupturistas con la tradición K. Cristina le dio todo el poder y se resguardó en Olivos. Pero fueron los propios monjes negros de la Casa Rosada los que ataron sus alas. Primero con los levantamientos policiales de diciembre, cuando su intención fue apagar la mecha que se encendió en Córdoba. El tiro de gracia se lo dieron al tumbar, con un simple llamado telefónico, el trabajoso esquema concebido para Fútbol para Todos, que estaba presto a anunciarse. Obra de Zannini, Máximo y sus amigos. El orden de los factores no altera el producto.

Ese y otros reveses, que sufrió en la intimidad, dejaron a Capitanich expuesto incluso en sus saludables conferencias matinales, en las que se vio obligado a defender posiciones contrarias a su praxis. Comenzaba a nublarse el camino de un metódico del trabajo que nunca aceptó obstáculos en su búsqueda de poder. La misma que podría llevarlo a una elección en Resistencia o confinarlo en cuarteles de invierno a la espera de un cambio de temporada.

A la hora del recuento, los hombres del PJ chaqueño lamentan el paso en falso. Reconocen de todos modos que el tren presidencial pasó para "Coqui" en 2011, cuando estuvo a punto de ser el vicepresidente de Cristina. En esos días de vino y rosas, el chaqueño casi se queda con el sillón de Boudou, lo que lo hubiera dejado en inmejorables condiciones en la carrera por la sucesión.

Ya sueltos de cuerpo, reconstruyen la historia. En una de esas jornadas decisivas, un influyente ministro chaqueño llamó a uno de los armadores del territorio: "Vayan descorchando porque 'el uno' va a ser el vice de Cristina", anunció sin más. Fueron horas de vértigo. En Chaco ya soñaban con el sillón de Rivadavia en 2015. Por la noche, sin embargo, otro llamado del mismo interlocutor los puso frente a la desilusión: "Bajen mil cambios porque lo de 'Coqui' se enfrío". Era, claro, el tiempo de Boudou, otro desgraciado. Pero esa es otra historia.

En caso de ser reemplazado por Julián Domínguez, Capitanich podría sentir alivio. En su entorno apuntan que suele hablar bien del presidente de la Cámara de Diputados, a quien le reconoce sus convicciones "cristianas y religiosas", entre otras aptitudes. Será Domínguez un hombre de perfil similar: salido del seno del PJ, reconvertido en cada cambio de época, con aires de estadista y de buen diálogo con los medios. Otro con ambiciones que viene desde atrás.

¿Cuándo se produciría la salida de Capitanich? En el peronismo de Chaco no dudan: "Después de que se apruebe el Presupuesto. Esa es su última misión". Por ahora se sucede la frenética danza de nombres. Podría ser Recalde, “Wado” De Pedro, Alicia Kirchner, Sabbatella o algún otro "tapado" de ocasión. Pero algo es claro como el alba: será, con todo, el último "relanzamiento". Porque el gabinete ya tiene dueño. Como le gusta decir a la Presidenta, sólo hay que pegarle al chancho para que aparezca.

Por Nicolás Poggi (@pogginico), acreditado de NOVA en Casa Rosada.

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