Política
No lo quiere nadie

Darío Kholi, el ex funcionario VIP de Capitanich desplazado en Chaco por sus desmanejos e impunidad

Kholi, un “gordito atrevido”, como lo llaman en Chaco.

Darío Kholi, de cuna radical, es oriundo de El Dorado, Misiones, y compañero de militancia de Eduardo Aguilar en Franja Morada. Fue “insertado” en el gobierno de Jorge Capitanich como funcionario de privilegios en la gestión del actual jefe de Gabinete (”hombre muy afecto a los gorilas”, le dicen sus enemigos al gobernador en uso de licencia).

Complicado en el manejo de recursos humanos, con tendencias a maltratar a cualquiera que no goce de su “status”, Kholi fue granjeándose enemigos que en el momento decisivo sumaron para su “raje” violento de la presidencia de Lotería Chaqueña.

El departamento, la camioneta y el yate

Como todo neoliberal consuetudinario, Kholi se hacía pagar el departamento en un lujoso edificio denominado “Torres Vista”, en pleno centro de la capital chaqueña, con ascensor en el garaje, dos baños y una pieza en suite, acorde al “nivel de funcionario” coquista.

Lo curioso no es el lujo del departamento sino que era solventado por la Fiduciaria del Norte, un cubículo de drenaje de dinero poco claro que concesionaba ingentes fondos a “funcionarios Vip” provenientes del radicalismo, el Pro y otras extracciones curiosas a la que estaba acostumbrado Capitanich.

La camioneta 4x4 de alta gama en la que se desplazaba el hiperfuncionario era el resultado de un arreglo con “El Ecónomo”, que luego de años de multimillonarias recaudaciones con la tarjetas alimentas donó el vehículo para la campaña de Capitanich.

Pero Kholi, de veloces actitudes, la puso a su nombre, actitud que al montenegrino no le cayó muy bien porque no fue sólo la camioneta de alta gama sino múltiples “donaciones” de campaña que ascienden a cifra escandalosas, ocultadas por los medios de comunicación provincial que aportan mucho dinero para la “corpo” chaqueña: diario Norte y Julio Wajman (comunicador oficial de los sorteos de Lotería Chaqueña).

El gordito atrevido

Darío Kholi no sólo vivía a costillas del Estado, sino que también se tomaba licencias a bordo de un yate pagado por el ente regulador del juego en la provincia. Mientras navegaba por el Río Paraná, mantenía fiestas privadas de dudosa índole.

Dicen que el “gordito atrevido” (así llaman a Kholi a sus espaldas) comenzó a recibir “los sobres” de los entuertos que se realizaban en los casinos del Chaco, garantizando la impunidad y el descontrol que terminaron en la privatización de las salas de juego por lo inmanejable de la corrupción interna de los “acólitos de Silvia Navarro”.

Una anécdota poco feliz

El entonces vicegobernador Juan Carlos Bacileff Ivanoff encargó a su secretaria el pedido de un juego de camisetas y pelotas para cumplir un compromiso político en una localidad del interior de la provincia, pero el hiperlicenciado (trucho) le respondió a la secretaria: “Que venga Bacileff a retirar el pedido”…

Enterado de los dichos de Kholi, el “Chiyo” (tal como conocen al vice) tomó el teléfono y no dudó un segundo en reprocharle: “¿Quién te crees que sos, gordito atrevido?” Y Le cortó la comunicación sin más. Desesperado, Kholi se trasladó hasta la oficina del vice, pero fue demasiado tarde: entró con privilegios en la lista negra que venía acumulando Bacileff Ivanoff para cuando llegara el momento.

Promediando el medio día, Kholi estaba brindando en la despedida de empleados de la Lotería que se estaban jubilando, Capitanich acababa de asumir como funcionario nacional. El flamante gobernador a cargo, Bacileff Ivanoff, se disponía a poner en práctica el desquite de todos los que lo habían ninguneado durante los años de “vice”.

Uno de los nominados era Kholi, quien mientras disfrutaba de su agasajo estaba siendo desplazado de su cargo. El nuevo gobernador estaba tomando juramento al flamante presidente de Lotería Chaqueña. Cuando Kholi llegó a su oficina, el ex concejal de Castelli, Néstor Rolhaiser estaba sentado en su sillón y le pasaba la designación en propias manos, momento difícil, si los hay. Kholi rompió en un amargo llanto que resumió la impotencia ante la contundente realidad.

Se le terminó la impunidad y el manejo arbitrario. Cayó en la cuenta de que su socio, Eduardo Aguilar, había caído en desgracia y su suerte cambió de manera abrupta. Hoy no lo quiere nadie. Y está solo.

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